Imprescindible verla

Hace unos días fuimos a ver "La próxima estación", un film de Pino Solanas que ningún argentino puede dejar de ver, para comprender por qué cada día viajar en tren en Buenos Aires es una odisea, nada es porque sí, todo tiene una explicación.

Es sorprendente ver el desfile de funcionarios que enfrentan una cámara y, sin ponerse colorados, dicen que "no estaban enterados" de lo que ocurrió con los Ferrocarriles, es vergonzoso ver cómo hasta parece que les causara gracia enterarse del desastre que han hecho, mientras ellos, que se supone deben cuidar el patrimonio del estado, permanecían ajenos a todo.

Salimos del cine indignados y comprendiendo por qué las cosas están como están, pasajeros viajando en el techo de los vagones, colgados de las locomotoras, trenes que se retrasan y son quemados por los vándalos, aprovechando la bronca de los usuarios. Como si fuera poco, nos hablan del Tren bala... parece una burla.

"La próxima estación", que se estrenó el 4 de septiembre, relata la historia de los ferrocarriles argentinos desde su origen en 1857 hasta su privatización, y la actual crisis del transporte.

Recogiendo historias y testimonios, entrevistando técnicos, trabajadores, pasajeros, magistrados y funcionarios, el film indaga y construye un fresco problemático que es un espejo del país.

Ochenta mil trabajadores fueron despedidos, ochocientos pueblos se convirtieron en fantasmas y un millón de personas emigró hacia las ciudades capitales. Fue el mayor golpe que recibieron las economías regionales. Los 37 grandes talleres donde se fabricaban vagones y locomotoras, orgullo nacional de otros tiempos, fueron saqueados, sin que la justicia haya condenado a sus responsables.

Al pasar la totalidad del transporte de carga y pasajeros a las carreteras, el sistema entró en crisis y los accidentes se multiplicaron. Nunca los servicios fueron tan precarios ni los pasajeros tan maltratados.

A comienzos de los años 90, las empresas del Estado se privatizaron con la promesa de modernizar sus servicios y brindar mejor atención: los trenes interurbanos fueron suprimidos; miles de pueblos quedaron aislados y un millón de habitantes emigró hacia las capitales. El maltrato al pasajero se hizo norma.

En el imaginario colectivo subsiste la creencia de que los ferrocarriles no les pertenecen. La privatización de los servicios aumentó la confusión entre lo público y lo privado. ¿Cuáles son los bienes del Estado? ¿Quién los mantiene y cuida?¿Qué derechos tienen los usuarios sobre ellos?.

Los trenes se privatizaron porque daban pérdidas, pero los servicios públicos ¿están para dar ganancias o para servir a la comunidad? ¿Acaso deben dar renta las escuelas o los hospitales públicos? Si los ferrocarriles perdían 1 millón de dólares por día, hoy cuestan 3 millones diarios pero sólo funciona el 20% de los trenes que teníamos antes.

Esta nota no es una gacetilla del film, solo es una invitación a todos los argentinos a que se quiten la venda de los ojos y vean la realidad, solo sabemos que se viaja mal, que los servicios son un desastre, pero sepa por qué, nada es casual, hubo manejos turbios que derivaron en la situación actual, entérese cómo fue y quiénes salieron beneficiados.

www.info-almagro.com.ar (20/09/08)
Fuente consultada: La próxima estación, film de Pino Solanas