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Un "Hombre de palabra"

El 25 de mayo de 1936 llegó a nuestra ciudad Guillermo Larregui, "El vasco de la carretilla", luego de recorrer 3.400 kilómetros en catorce meses, gastó 31 pares de calzado y no recibió ninguna retribución económica, lo hizo por la palabra empeñada.

Barrio de vascos, si los hay, ese es Almagro, recordemos que en la antigua estación del ferrocarril, que estaba donde actualmente se unen la calle Lezica y el pasaje Peluffo, era donde cada madrugada se reunían los lecheros a esperar el tren que traía el producto de los tambos. También a la actual calle Francisco Acuña de Figueroa, antiguamente se la conocía como la calle de los "vascos lecheros". En nuestro barrio tenemos un hermoso edificio ubicado en la esquina de Moreno y Colombres, sede del Centro Navarro, también supo haber varias canchas de pelota vasca.

Por eso queremos recordar a ese intrépido inmigrante llamado Guillermo Larregui, nacido en Pamplona el 27 de noviembre de 1885, que llegó a Buenos Aires con solo quince años. En los primeros tiempos trabajó como marino hasta que se trasladó a la Patagonia para trabajar como peón en una multinacional petrolera norteamericana en la que estuvo hasta 1935.

Ese año, durante una reunión con amigos hizo una apuesta que le cambió la vida y que lo convirtió en uno de los personajes más excéntricos y famosos de la Argentina. “Nos hallábamos reunidos con varios amigos comentando los récords deportivos. Yo les decía que no siempre el ruido que se hace en torno de una prueba deportiva guarda relación con el esfuerzo”, comentó Larregui a Ecos Diarios (Necochea, Pcia. de Buenos Aires) durante su visita. “Yo me animaría, les dije, a cruzar toda la Patagonia a pie y a ir hasta Buenos Aires con una carretilla. Lo tomaron a broma y uno de ellos me trajo una carretilla. Luego, cuando vieron que yo me disponía a emprender el viaje y que la cosa iba en serio, se sorprendieron” y la verdad que no era para menos.

Después de haber recorrido 3.400 kilómetros y gastado 31 pares de zapatillas, catorce meses más tarde, llegó a nuestra ciudad con su carretilla a cuestas el 25 de mayo de 1936, donde tuvo un gran recibimiento por parte del pueblo y además participaron autoridades de la política nacional.

Larregui dio por finalizado su recorrido en los salones del diario Crítica, medio que publicó una entrevista en la cual el autor de semejante hazaña declaró: “He llegado porque soy vasco; soy vasco y tenía que llegar. Por eso pude terminar el viaje. Cualquier otro se hubiera quedado en las primeras etapas, ¡yo no! Había prometido hacer este viaje y lo hice”.

“En los alrededores de Trelew –continúa Larregui- fue donde pasé las peores etapas. Allí el frío llagaba a 20 grados bajo cero. Caminaba en medio de la nieve. Hubo momentos en que perdía la noción de todo. No sentía mis manos ni mis pies, ni siquiera el peso de la carretilla. Era como si, de golpe, alguien me empujara y yo fuera de plumas. A veces creí que era tan liviano que el viento me iba a llevar. Pero yo sabía que si me paraba me iba a morir congelado y entonces apretaba el paso. Así, caminaba y caminaba como dormido hasta llegar a algún rancho donde descansar. Me daba friegas en las manos y pies con caña. De ese modo reaccionaba y podía dormir”.

La carretilla tenía la base de 70 cm x 110 cm y 30 cm de alto, con los siguientes objetos: carpa de 2.50 m de largo por 2 m de ancho; cama plegadiza, colchón y colcha. Herramientas completas, utensilios de cocina, calentador, juego de lavabo, cepillos, brocha, navaja y provisiones. Junto a él iba su inseparable compañero, un perro de policía llamado "Pancho".

Consultado si esperaba alguna recompensa o premio de sus paisanos por el esfuerzo realizado, Guillermo Larregui se puso serio y contestó: “Aunque nada tengo, nada quiero. Esta hazaña la he realizado porque prometí cumplirla. Con ser hombre de palabra cualquier vasco está bien pagado”.

Me agradaría dar la vuelta al mundo empujando mi carretilla. Me sobran fuerzas y voluntad, para eso soy vasco. Pero me faltan recursos. Soy pobre y un viaje así exigiría mucha plata”.

En el Parque Nacional de Puerto Iguazú, donde terminó uno de sus tantos viajes, levantó su casilla y transcurrió la etapa final de su vida, allí falleció el 5 de julio de 1964, casi a los ochenta años.

En un libro llamado "El vasco de la carretilla", escrito por Txema Urrutia y editado en Navarra, España, el prólogo reproduce una definición hecha por Guillermo Larregui el 17 de agosto de 1938:

"Vivir el ritmo oculto de los campos abiertos llenos de sol.
La emoción de la tierra argentina llena de generosidades.
He ahí mi objetivo.
Nadie me podrá quitar la dicha de ser dueño de mi propio destino"

Esta es solo una parte de la historia de Guillermo Larregui, "un hombre de palabra", de los que hoy en día no abundan, y del cual la colectividad vasca se siente orgullosa. No está de más difundir que en el Museo Enrique Udaondo de la localidad bonaerense de Luján se encuentra la carretilla utilizada para esta hazaña que merece ser recordada al cumplirse hoy 75 años.

www.info-almagro.com.ar (25/05/11) - (Extensión 5074 caracteres)
Fuentes consultadas:
Revisionistas.com y "El vasco de la carretilla" de Txema Urrutia