Si el menú principal no está a la vista, presione sobre el banner para ir a home


Eva Perón en la Bienal de Venecia

La obra se titula "Rapsodia inconclusa", realizada por Nicola Constantino, y será la atracción principal del pabellón argentino de la mayor muestra del mundo, cuya 55a. edición abre el 29 de mayo.

La artista rosarina exhibirá dos videoinstalaciones, un objeto-escultura cinético y otra instalación más abstracta que, hilvanadas en un mismo recorrido de registro emotivo, construyen un viaje por la intimidad de Evita.

El recorrido se inicia al ingresar dentro de una panorámica semicircular de 17 metros por 3 de alto, donde se proyecta la imagen de Evita a escala natural dentro de su hogar. La protagonista la personifica en seis momentos y etapas diferentes de su vida. Aunque todas convivirán en simultaneidad temporal. Se cruzan la Evita enferma, doblegada por el cáncer; la actriz de los años 40; la Eva con deshabillé; la hiperactiva en faena de fundación, y la Eva despampanante vestida por Dior para ir al Colón. Otra Eva espectral, con mortaja de lino blanco, asomará también por momentos. Costantino las recrea en su lenguaje corporal y gestos, sin voz, y en el guardarropa que la artista creó. Hay en esas escenas múltiples, de trajín cotidiano, una coreografía sincrónica y coral que trasciende la identidad simplificada.

Se pasa luego al dormitorio de Eva. El recinto está vacío, pero los dos espejos enfrentados reviven lo que allí sucedía: Eva cambiándose los atuendos, como un eco visual o como memoria vívida de lo que han reflejado esos espejos. Las imágenes sirven de backstage a la personificación de la artista y borran las certezas entre la realidad y la ficción, al mostrar a la artista en la construcción de su personaje. A partir de allí la imagen de Eva comenzará a desmaterializarse.

El tercer núcleo indaga en la leyenda sobre su última aparición pública. Aquella que aseguraba que en su recorrido en auto descapotado, una estructura de hierro oculta bajo un tapado de visón erguía su cuerpo debilitado. Costantino transformó ese mito en metáfora: construyó un vestido-escultura con movimiento, lo encerró dentro de una habitación vidriada y lo hizo desplazarse a toda velocidad hasta chocarse con las paredes vidriadas. Como si el vestido quisiera salir de su encierro; como si Evita se empeñara en escapar a su destino de muerte. Es el último estadio en el que se verá a Eva, ya que a partir de allí su imagen comenzará a desmaterializarse.

La última instalación simboliza el sentimiento de pérdida entre quienes la lloraron 14 días en aquel invierno lluvioso. Sobre una camilla de acero, una montaña de lágrimas de hielo se derriten. Caen al suelo como lluvia, el símbolo del desasosiego de un pueblo.

www.info-almagro.com.ar (27/05/13) - (Extensión 2663 caracteres)
Fuente consultada: Diario La Nación