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El otro Maradona es mucho más que fútbol

El 4 de julio de 1895 nació en Esperanza, Esteban Laureano Maradona, un médico rural, naturalista, escritor y filántropo que además se destacó por su calidad humana, modestia y abnegación. Falleció el 14 de enero de 1986 y se han cumplido 30 años de su muerte.

Es importante dar a conocer la historia de vida de algunas personas que bien merecen no ser olvidadas, porque han dedicado gran parte de su existencia a mejorar la vida de los demás y sin embargo, el reconocimiento es tan escaso.

Cuando los argentinos viajamos por el mundo, es común que al identificar de dónde venimos nos digan: "Argentinos, Maradona, Messi". Muy bien, uno ha sido reconocido mundialmente por su excelencia como futbolista y también por sus escándalos, ya que en lo personal no es ningún ejemplo a seguir. El otro, Messi, está en pleno auge, es el mejor jugador del mundo pero no hay mayor mérito que ese don natural que Dios le ha dado.

Por eso, creo que es necesario, a modo de humilde homenaje, recordar que hubo un Maradona que no hizo goles, pero tuvo una vida ejemplar, dedicada al prójimo y contribuyendo a mejorar sus condiciones de vida.

Este destacado hombre, fue hijo de Waldino Maradona, un sanjuanino que había llegado a ser senador de Santa Fe, y su madre, Encarnación Villalba, era de una familia estanciera.

Esteban Laureano pasó su infancia a orillas del río Coronda, donde su padre se desempeñaba como maestro en la estancia Los Aromos. Allí aprendió jugando a vivir en el monte, cazar y pescar. Cursó sus estudios primarios y secundarios en Santa Fe y Buenos Aires, donde años más tarde se recibió de médico, en 1926.

Residiendo en Resistencia, se dedicó al periodismo y también realizó exploraciones y estudios de botánica en la isla del Cerrito Argentino.

Por problemas políticos, durante el gobierno de Uriburu, se fue al Paraguay y cuando se produjo la guerra del Chaco, participó como médico camillero prestando auxilio a los soldados de ambos bandos, pues, según sus palabras, «el dolor no tiene fronteras».

Finalizada la guerra, el gobierno paraguayo le rindió todos los honores y le pidieron que se quedase en ese país, pero Maradona había decidido regresar a su país e instalar un consultorio en Lobos, donde vivía su madre.

Lo cierto es que hubo un cambio forzado de planes cuando en su viaje de regreso en tren, hizo una parada en la localidad de Estanislao del Campo y una persona del lugar le pidió sus auxilios como médico para una parturienta que se encontraba en estado muy grave. Después de prestarle exitosamente atención y regresar a tomar el tren se encontró con un grupo de vecinos sin recursos que le rogaron para que no se fuera dado que no había ningún médico disponible varios kilómetros a la redonda. Maradona no lo dudó y se quedó, a pesar de que esto le hizo no solo perder su viaje sino también un trabajo seguro en Buenos Aires. Más aún, trabajaría allí por 51 años, viviendo siempre en una humilde vivienda de ladrillo, sin electricidad ni ningún otro tipo de servicio y prestando ayuda sin cobrar un peso a la comunidad indígena del lugar, formada por tobas, matacos, mocovíes y pilagás.

En 1986, con 90 años de edad, enfermó y debió trasladarse a la ciudad de Rosario, donde vivía su sobrino. Llegó en un estado calamitoso, por lo que debió internarse inmediatamente en un hospital. Ya de alta, se quedó a vivir con la familia de su sobrino, de donde no se mudaría más.

En sus últimos años recibiría muchos homenajes y distinciones y no aceptaría ningún tipo de pensión vitalicia. Murió de vejez, a los 99 años, en Rosario, pero sus restos descansan en la ciudad de Santa Fe, en el panteón de su familia Maradona-Villalba.


www.info-almagro.com.ar (3685) - Publicado el: 15/01/16