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Edificios que el tiempo ha borradoBuenos Aires se caracteriza por tener una variedad de estilos arquitectónicos que han dado identidad a cada barrio y por eso, si estamos en Recoleta o Palermo, sentiremos que estamos en París; La Boca tiene aires italianizantes, San Telmo mantiene sus construcciones bajas, coloniales, Puerto Madero con sus rascacielos al mejor estilo Neoyorquino y así ocurre en cada barrio. Lamentablemente, muchos edificios importantes, que fueron construidos durante la época de la Belle Epoque porteña, desaparecieron para dar paso a la modernidad y es triste saber que borraron testimonios de nuestra historia que hubiese sido importante conservar. Uno de los edificios históricos que tal vez algunos recuerden estaba en la manzana delimitada por las calles México, Saavedra y las avenidas Jujuy e Independencia, donde hoy podemos ver la Plaza Velasco Ibarra y allí funcionaba el Instituto Nacional de Educación Tecnológica, la Escuela Técnica Nº 25 “Teniente 1° de Artillería Fray Luis Beltrán” y la escuela primaria Nº 6 Dr. Guillermo Correa. En ese lugar estuvo un asilo de huérfanos que albergó a los niños que habían quedado sin sus padres a raíz de la epidemia de la fiebre amarilla. Los jóvenes recibían clases para el aprendizaje de oficios, uno de ellos, de los más relevantes para la época, el de la electricidad. De hecho, el proyecto original era el de un asilo de huérfanos y escuela de artes y oficios tal como lo describe la medalla conmemorativa acuñada en esa época. Según un informe publicado en la Revista Historias de la Ciudad, de julio de 2001, hacia 1899, los jóvenes residentes del asilo habían instalado el alumbrado eléctrico por sus propios medios. El instituto no solo impartía enseñanza elemental, sino que dictaba distintos talleres de oficios muy actualizados para la época. Tal es así que, el estudio de la electricidad era uno de los más importantes y muchos de los huérfanos habían encontrado en este oficio una salida laboral. Aseguran que este asilo era una de las varias instituciones que dependían de la Sociedad de Beneficencia, que había sido creada en 1823 por iniciativa de Bernardino Rivadavia, quien en ese entonces era ministro de Gobierno de Buenos Aires. Esta institución filantrópica era administrada y dirigida por las damas de la sociedad porteña. Respecto del asilo, sostienen que “fue modelo en su género por la cantidad de internados, su organización, la eficiente formación en distintos oficios y la novedosa inclusión de una escuela para ciegos”. A la vez, describen que para 1890 funcionaban los talleres de alumbrado, teléfonos, herrería, mecánica, carpintería, zapatería, imprenta, galvanoplastía, fotografía y sastrería. “En el ala norte de la manzana se encontraban las instalaciones mismas del asilo, con aulas donde los pupilos recibían la instrucción primaria, cuya entrada se hallaba sobre la calle México al 2650", explican las autoras. Según describen, se ingresaba al lugar atravesando un zaguán que conducía al patio octogonal, con galerías sostenidas por columnas en cuyo centro se descubría una fuente construida en mármol de Carrara.
De pie frente al patio, de espaldas a la calle México, sobre la mano derecha estaba la capilla y, tras atravesar el espacio octogonal, se sucedían habitaciones, patios y galerías desembocando en un predio abierto con una gruta dedicada a la Inmaculada Concepción. Mientras que, en la intersección de las calles México y Jujuy, se hallaba el Hogar de Tránsito destinado a jóvenes mayores de 16 años, a los que se les daba almuerzo y cena hasta que conseguían cierta estabilidad laboral y podían independizarse. En esa época, signada por muchas epidemias, la presencia en las calles de gran cantidad de mendigos y de niños huérfanos era algo común y esta situación aceleró el surgimiento de las sociedades de beneficencia privadas con aportes de fondos públicos y privados que se hacían cargo de estas personas. Sin embargo, la creación de este asilo estuvo precedida por muchas postergaciones. Fue recién a raíz del gran problema que generó la fiebre amarilla en 1871, y gracias a las donaciones recibidas por la Sociedad, que quedó instalado el primer asilo para recibir a niñas que habían perdido a sus padres y luego se estableció otro para los niños en la misma situación. El primero estaba ubicado en la calle Piedad –hoy Bartolomé Mitre– esquina de Ombú –hoy Pasteur–; mientras que, para el segundo, según detalla la Revista Historias de la Ciudad, el gobierno de la provincia, bajo la administración del Dr. Emilio Castro, nombró un Comité de Caballeros para atender a los varones desamparados para lo que se arrendó una residencia en las calles Alsina y Cevallos. En abril de 1872 se terminó de construir un nuevo edificio –financiado con recursos públicos y donaciones privadas– y en noviembre de ese mismo año se unificaron ambos establecimientos bajo la dirección de la Sociedad de Beneficencia. Para tal fin, el Gobierno dictó un decreto en el que especificaba: “Los niños que habitan el Asilo de Huérfanos son de corta edad y necesitan para su bienestar del esmerado y afectuoso cuidado que solo puede prestar la mujer educada”. A su vez, señalaba que los niños mayores de 12 años podrían ser instalados en el Instituto Agrícola, “dándoles conocimientos útiles que los hagan aptos para el ejercicio de industrias lucrativas y honestas”. Para albergar al asilo se levantó un magnífico edificio obra del prolífico Pedro Benoit (hijo). El terreno pertenecía a Adolfo Van Praet, uno de los directores del Ferrocarril Oeste y padre de una de las integrantes y presidenta de la Sociedad de Beneficencia, Albina Van Praet de Sala. Juan Antonio Lázara, doctor en Historia y Teoría de las Artes de la UBA y profesor titular de la Universidad Argentina de la Empresa (UADE), sostiene que su arquitectura buscó un estilo italianizante, con elementos del neoclasicismo tardío, en afán de diferenciar el período independiente del pasado español. Como arquitecto, Pedro Benoit realizó más de 1800 planos de obras. Según detalla un artículo de los Anales del Instituto de Arte Americano de 1965 (publicado por FADU, UBA), Benoit (hijo) nació en Buenos Aires el 18 de febrero de 1836, de madre argentina, y desde joven se dedicó a la arquitectura y a la ingeniería. Su padre, Pierre Benoit, había nacido en 1792, en Francia, y, entre 1822 y 1852, dirigió las obras públicas más importantes que se realizaron en la ciudad y provincia de Buenos Aires; en 1847 proyectó los planos para la ornamentación de la Catedral de Buenos Aires. Alrededor de 1859 colocó a su hijo junto a él en el Departamento Topográfico como meritorio a los 14 años. Entre otras de sus magníficas obras se encuentran la Catedral de La Plata, la Iglesia Santa Catalina de Buenos Aires, entre numerosas iglesias y colegios, además del Asilo de Huérfanos. Benoit falleció mientras dirigía la construcción de la Catedral de Mar del Plata en abril de 1897. Un dato curioso es que se dice que su padre, Pierre Benoit, era, en realidad, Luis XVII, hijo de Luis XVI y de María Antonieta, ambos decapitados durante la revolución encabezada por Maximiliano Robespierre. Sin embargo, esto nunca pudo comprobarse. En cuanto al destino del asilo, el artículo escrito por Zuntini, Comato y Tamer asegura que fue demolido a finales de la década de 1940 y, poco después, comenzó a funcionar en el lugar una Escuela Fábrica, antecedente de las escuelas técnicas del país. La obra de Benoit no quedó fuera de la corriente progresista por la cual se demolieron muchos palacios y casonas sin tener en cuenta su valor histórico. Más tarde, cuando el asilo ya había desaparecido, se establecieron allí la plaza y los diferentes establecimientos educativos que continúan en la actualidad. www.info-almagro.com.ar (7745) - Publicado el: Viernes 20/04/24 - Fuente consultada: Silvina Vitale-La Nación |